Desde los despachos de Bruselas se regula cómodamente y con el bolsillo generosamente regado, muy lejos del Levante y de haberse criado sabiendo lo que significa el dicho de «cuando el agua viene lo hace con las escrituras por delante». Y por supuesto sin valorar lo más mínimo la razón de las infraestructuras hidrológicas hechas por generaciones o incluso civilizaciones previas. Que una cosa es repoblar adelfas para aminorar la escorrentía y otra volver a meter ramblas y ríos por los cascos urbanos. Porque esto último seguro que luego no dejarían mantenerlo limpio, como ya pasa con barrancos y ramblas.