Quizás el valor del conocimiento no es para distinguir, sino para no distinguir. Para dejar de darle a esto o aquello un énfasis exagerado. Dándole a cada cosa el lugar que le corresponde, incluyendo el que le corresponde a nuestras limitaciones, recuperamos o no perdemos la ponderación equivalente de transparencia que se preserva en la realidad no importa en cuántas partes se la divida.