Seguimos siendo trágicos en cuanto el «artista» y el «intelectual» siguen guerreando en vano, por no conocerse a sí mismos y ver como a cada uno le está dado un lugar distinto y complementario: el intelecto toma la posta de las semillas que produce el artista. Como vio bien Jünger, esta es una escisión que cala profunda en la naturaleza.