El mismo efecto estético que producen los astros alrededor del sol, es el que producen los instintos alrededor del alma (su giro alrededor del alma, son el deseo en la falta y su extinción en la satisfacción)—desde nuestra perspectiva le dan color e interés al rodeo.
Igual uno quiere cuidarse de no sobrevalorar el sol como parece haber hecho Akenatón: el ateísmo no parece reconocer «la inmensa cantidad de posibilidades que hay presentes en la potencia simple».
Del otro lado están los supersticiosos: confunden la parábola del origen con el origen, confunden el potencial (que de no ser poético nos destruiría), con la validez objetiva.